sábado, 24 de marzo de 2007

Como cualquier día

Crónica





En el instituto de cardiología el personal de emergencia quiere ayudar pero muchas veces no puede hacer más de lo que los medios le permiten.








Dos hospitales distintos pero con situaciones similares





Por Vianny Peña






En hospital general de Diabetes las personas llegan muy temprano para tomar su ticket y luego sentarse por un buen rato a esperar que llegue su turno.

Si piensas que llegar a las ocho de la mañana al hospital de Diabetes es temprano, mejor ajusta tu reloj porque vas a encontrar una fila larga para tomar un turno y otra más para pagar; y ni hablar de la fila para realizarse los análisis. Pero eso pasaría en cualquier hospital, hasta en una clínica. Algo interesante es que cuando entras hay una señora del personal del hospital tocando una pandereta.

“Yo tengo un gozo en mi alma, gozo en mi alma, gozo en mi alma y en mi ser, aleluya, gloria a Dios” Eran las 8:02 a.m. y la señora canta con un entusiasmo que contagia. Todo el que pasaba por el pasillo inevitablemente cambia de una expresión de indeferencia, aburrimiento o sueño a una expresión alegre, y al son de aplausos cantan: “Y es como río de agua viva, río de agua viva, río de agua viva hay en mi ser”.

Mientras tanto en Cardiología

En el Instituto de Cardiología, que esta cerca del anterior, sucede algo similar. Ya pasaban de las 8:15 y ya había varias personas para consultas. En vez de canciones cristianas, hay unas señoras predicando la palabra a los pacientes. Pero en este hospital pasan cosas más graciosas que en el primero.

Una estudiante de comunicación social, Gerlinde González, se acercó a una sección del instituto que dice “archivos”. – Estoy realizando un reportaje y me gustaría saber ¿cuántos pacientes vienen aquí con problemas del corazón?-, le preguntó Gerlinde a un joven largurucho que se encontraba del otro lado de la ventanilla. Este con una sonrisa y mirándola con una expresión de “que inocente, la pobre” le dijo: -¡Qué!, mira da la vuelta, entra y empieza a contar cada uno de los casos-. Los casos que el joven refería estaban colocados en unos folders que a su vez estaban en unos estantes de cinco niveles. Eran más de diez estantes. Obviamente, la estudiante no se puso a contar, por lo que el joven la mando para otra oficina y de ahí a otra.
Ya pasaban de las 8:30 de la mañana. Al hospital seguían llegando más pacientes. Todos sentados en las distintas salas de espera, amplias y muy frescas. Tanto este como el de diabetes estaban muy limpios y cuidados.
En emergencias
Un rico olor a uva y un frió confortable mantenía a los pacientes de emergencia tranquilos; Excepto un señor que estaba sentado en una camilla con una cara de aburrimiento peor que la de un niño al que no dejaron salir a jugar al parque.

En la sala sólo habían dos enfermeras, una morena que le dicen “Santos” y una señora sumamente pequeña y peleona; También había un doctor, que se quejaba de que aún no se había desayunado. Eran las 8:45, y el señor de la camilla se quedo dormido.

De repente se despertó. –Doctora ¿y entonces?, exclamó.
-Ya yo le dije que ya viene el doctor- le contestó la enfermera morena.
-Pero de eso hace ya tres horas, que me despachen o que me internen, pero que no me tengan aquí. ¿Este doctor no me puede ayudar?- dijo el señor con voz triste.
-No, porque el otro fue que lo atendió, él es quien tiene que darle de alta. Ya nosotros lo llamamos pero está en un examen, hay que esperar que termine.-

Interrumpe la conversación otra enfermera que entra que una señora en silla de ruedas: -De los Santos, ayúdame con este paciente- dijo.

-Olle aquí nada más hay un solo plomero y siguen trayendo personas; ¿Quién las va atender?, además ya no hay camillas- dijo el doctor mientras terminaba de llenarle un registro a un paciente. – que espere afuera con quién anda, la llamamos ahora-. En la sala sólo hay 5 camillas y estaban llenas.

Eran las 8:57 y el señor parecía un personaje de la canción “El Niagara en Bicicleta” de Juan Luis Guerra.

Irrumpió en la sala una doctora con un paciente. –Castillo ayúdame a este señor- dijo.
-Nada más estoy yo sólo- dijo el doctor como un radio rayado por decir lo mismo una y otra vez.
-Este paciente está sudoroso y hay que atenderlo- le responde la doctora.
-Bueno, busca una camilla a ver si encuentras- dijo Castillo.
-Él estaba en consulta, pero yo no puedo dejarlo ahí en ese estado. Hay que ingresarlo, van dos veces que este paciente viene con el mismo cuadro y lo mandan para su casa- dijo la doctora, muy preocupada.

Atienden al señor en una silla y luego le habilitaron una camilla. Eran las 9:05 y la enfermera morena me dijo: “Señorita, tiene que salir, emergencia es sólo para pacientes y un familiar del paciente”.

Afuera estaba la señora que no pudieron atender, más dos pacientes que esperaban para que le atendieran. A las 9:20 despacharon al señor de la camilla.

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