Cinco propuestas diferentes, cinco naciones, en un espacio y con una corriente pictórica similar
Por Alexandra Santana
Niños grandes que se juntaron a pintar y lo hicieron muy bien es la sensación que produce la exposición de arte del Centro Cultural de España. Pintores naif de República Dominicana, Puerto Rico, Haití, España y Portugal deleitan con los lienzos de sus mejores representantes en la actualidad. Autores como Estela Benavides, “Plaza de Chinchón”; Hugo Mata, “Patio con mata de carolina”; Joseph Gracia, “Mercado en un pueblo costero”; Fernando Costa, “Iglesia de Santiago Cambra” y Manuel Hernández “Barriada La Perla” , regalan una gotita de optimismo y frescura.
Naif, del latín nativus, significa innato, natural. En el arte se refiere a lo inocente e ingenuo. Se trata de un estilo que surge a finales del siglo diecinueve, en Francia, con pintores que fastidiados del tecnicismo, las guerras y los problemas sociales deciden expresarlo en tela. Al arte naif se le acusaba de carecer de teoría, de ignorancia pictórica y de ser practicado por pintores marginales, como mecánicos, obreros y campesinos.
Hoy, el estilo ha evoluciona y los lienzos naif nos transportan a un escenario costumbrista, jovial y colorido. Los cuadros de España, “El aeroplano”, de Gracia Risueño; “Romería asturiana”, de Marisa Norniella, están cargados de tradiciones, cultura, alegría, propio de lo que produce su gente y de lo que se hace en su tierra. Haití, sin embargo, se mostró débil en colorido, aunque rico en fragilidad. Intenta conectar la mirada de la gente con sus penas y vicisitudes, maquilladas con un hálito de esperanza.
Portugal se llenó de religiosidad e ingenio en esta muestra. En “Homenaje a las madres de Viseu”, Nell presenta una figura central, casi angelical, sombría, añeja, rodeada de flores y de gente que viene y va, como un intento de profundizar en los temas, de probar y buscar nuevas formas de contar.
Puerto Rico, en cambio, hizo un desbordamiento de color. Sus cuadros daban la impresión de ser una mezcla carente de control cromático, “Paisaje con arcoiris” o “Todo lo veo, todo lo callo”, de Raquel Lagomarsini, están sobrecargados, al estilo barroco antiguo: embrollado y desmesurado.
República Dominicana refleja que está en su mejor momento naif. Un perfecto equilibro entre contenido y forma de expresión. La composición, los colores y el paisaje se presentan vigorosos y firmes. Se observa un control en los elementos utilizados y en la forma de organizarlos. Nada falta; nada sobra.
El país ha sido un cultivador del género con destacados pintores como Justo Santana considerado el más espontáneo y el pintor que supo conciliar una atmósfera de optimismo desbocado con placidez y armonía. También destacan Josefina Marcano, Nidia Cuervo, Anabelle Batlle, Marcos Bautista, Aracelis Brugal, Francisco Gil y José Morillo, quienes transmiten su ingenuidad con cada lienzo.
Se menciona, también, que artistas como Cándido Bidó y Guillo Pérez han utilizado recursos de la pintura naif en algún momento de su proceso creativo.
Aunque en esta muestra sólo presenta el trabajo de nuevos naifs dominicanos, como Hugo Mata y José Morillo, es importante mencionar los antecedentes de este nuevo género pictórico, como una forma de evaluar los avances obtenidos.
España, Portugal y República Dominicana sobresalen con la fineza de sus cuadros. Nos transportan al verdadero mundo naif, donde permanece la felicidad e impera la tranquilidad. Sus composiciones conectan al espectador y lo obligan a adentrarse en ella, a hurgar y ver qué hay más allá de la primera impresión; del primer enamoramiento pictórico.
Haití y Puerto Rico retienen esa ingenuidad naif, sus lienzos no constituyen la esencia evolutiva del género. Los cuadros de Haití carecen de viveza y de dominio. Lo evidencia Cheritus Mistira, en “Iglesia con árboles y personajes”. Mistira, aunque considerado un auténtico representante del género, sus personajes carecen de estética y no protagonizan la escena, sólo destaca lo que le apetece representar: árboles y vegetación.
“Casa en el campo con jardinero”, de Jean Thermidor; Manifestación”, de G.B Abellard, carecen de delicadeza.
Puerto Rico pudo ser menos fugaz y torpe con el color. Menos novato en el trazado, un ejemplo es “Barrio Palo Hincao, en Orocobí, Puerto Rico”, de Raquel Lagomarsini, que muestra casitas simples y contornos sencillos.
Los pintores naif, también llamados pintores de domingos, ingenuos modernos o autodidactas proliferan en regiones del Caribe, en Europa, en América, y se unen para echar a volar su imaginación, sueñar y dibujar sobre tela y con acrílico un mundo de ensueño, paisajes verdes, abarcadores; sociedades optimistas, formas de ver la vida con sentimientos de gloria, con alegría y placidez.
Trocitos de color y libertad creativa definen esta colectiva y demuestra la evolución de representantes valiosos del naif.
La exposición, que estará instalada durante todo el mes de febrero hasta el 25 de marzo, envuelve al visitante en la dulce magia naif: adentrarse en la luz del mundo, transitar por el camino iluminado. Sacrificio, dolor y luchas se mezclan para sacar de ella la paz, la alegría y el optimismo de vivir y continuar.
Naif, del latín nativus, significa innato, natural. En el arte se refiere a lo inocente e ingenuo. Se trata de un estilo que surge a finales del siglo diecinueve, en Francia, con pintores que fastidiados del tecnicismo, las guerras y los problemas sociales deciden expresarlo en tela. Al arte naif se le acusaba de carecer de teoría, de ignorancia pictórica y de ser practicado por pintores marginales, como mecánicos, obreros y campesinos.
Hoy, el estilo ha evoluciona y los lienzos naif nos transportan a un escenario costumbrista, jovial y colorido. Los cuadros de España, “El aeroplano”, de Gracia Risueño; “Romería asturiana”, de Marisa Norniella, están cargados de tradiciones, cultura, alegría, propio de lo que produce su gente y de lo que se hace en su tierra. Haití, sin embargo, se mostró débil en colorido, aunque rico en fragilidad. Intenta conectar la mirada de la gente con sus penas y vicisitudes, maquilladas con un hálito de esperanza.
Portugal se llenó de religiosidad e ingenio en esta muestra. En “Homenaje a las madres de Viseu”, Nell presenta una figura central, casi angelical, sombría, añeja, rodeada de flores y de gente que viene y va, como un intento de profundizar en los temas, de probar y buscar nuevas formas de contar.
Puerto Rico, en cambio, hizo un desbordamiento de color. Sus cuadros daban la impresión de ser una mezcla carente de control cromático, “Paisaje con arcoiris” o “Todo lo veo, todo lo callo”, de Raquel Lagomarsini, están sobrecargados, al estilo barroco antiguo: embrollado y desmesurado.
República Dominicana refleja que está en su mejor momento naif. Un perfecto equilibro entre contenido y forma de expresión. La composición, los colores y el paisaje se presentan vigorosos y firmes. Se observa un control en los elementos utilizados y en la forma de organizarlos. Nada falta; nada sobra.
El país ha sido un cultivador del género con destacados pintores como Justo Santana considerado el más espontáneo y el pintor que supo conciliar una atmósfera de optimismo desbocado con placidez y armonía. También destacan Josefina Marcano, Nidia Cuervo, Anabelle Batlle, Marcos Bautista, Aracelis Brugal, Francisco Gil y José Morillo, quienes transmiten su ingenuidad con cada lienzo.
Se menciona, también, que artistas como Cándido Bidó y Guillo Pérez han utilizado recursos de la pintura naif en algún momento de su proceso creativo.
Aunque en esta muestra sólo presenta el trabajo de nuevos naifs dominicanos, como Hugo Mata y José Morillo, es importante mencionar los antecedentes de este nuevo género pictórico, como una forma de evaluar los avances obtenidos.
España, Portugal y República Dominicana sobresalen con la fineza de sus cuadros. Nos transportan al verdadero mundo naif, donde permanece la felicidad e impera la tranquilidad. Sus composiciones conectan al espectador y lo obligan a adentrarse en ella, a hurgar y ver qué hay más allá de la primera impresión; del primer enamoramiento pictórico.
Haití y Puerto Rico retienen esa ingenuidad naif, sus lienzos no constituyen la esencia evolutiva del género. Los cuadros de Haití carecen de viveza y de dominio. Lo evidencia Cheritus Mistira, en “Iglesia con árboles y personajes”. Mistira, aunque considerado un auténtico representante del género, sus personajes carecen de estética y no protagonizan la escena, sólo destaca lo que le apetece representar: árboles y vegetación.
“Casa en el campo con jardinero”, de Jean Thermidor; Manifestación”, de G.B Abellard, carecen de delicadeza.
Puerto Rico pudo ser menos fugaz y torpe con el color. Menos novato en el trazado, un ejemplo es “Barrio Palo Hincao, en Orocobí, Puerto Rico”, de Raquel Lagomarsini, que muestra casitas simples y contornos sencillos.
Los pintores naif, también llamados pintores de domingos, ingenuos modernos o autodidactas proliferan en regiones del Caribe, en Europa, en América, y se unen para echar a volar su imaginación, sueñar y dibujar sobre tela y con acrílico un mundo de ensueño, paisajes verdes, abarcadores; sociedades optimistas, formas de ver la vida con sentimientos de gloria, con alegría y placidez.
Trocitos de color y libertad creativa definen esta colectiva y demuestra la evolución de representantes valiosos del naif.
La exposición, que estará instalada durante todo el mes de febrero hasta el 25 de marzo, envuelve al visitante en la dulce magia naif: adentrarse en la luz del mundo, transitar por el camino iluminado. Sacrificio, dolor y luchas se mezclan para sacar de ella la paz, la alegría y el optimismo de vivir y continuar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario